La renuncia del ministro del Interior, Avelino Guillén es solo otra pieza más del rompecabezas de una crisis institucional y de liderazgo que en los últimos seis meses ha empezado a minar y degradar peligrosamente la calidad del Estado y con ello frenar el desarrollo del país.
Y resulta lamentable y peligroso para el propio Estado que el gobierno de Pedro Castillo no logre hasta ahora consolidar un buen gabinete, sin que este esté plagado de aventureros, militantes incapaces, cuestionados, “indoctos dedicados a la extorsión o a la agitación”, como afirma Jaime de Althaus.
En efecto, hay evidencia palpable de que algunos ministerios importantes han sido tomados por los militantes de PL y sus intereses particulares extremistas. El ministerio del Interior no escapó a esta infestación y prueba de ello es que hasta ahora ha tenido cuatro ministros en solo seis meses.
El último, Guillén se va huyendo del hedor que le produce los ascensos irregulares de los oficiales de alto rango que hoy están desmantelando la estructura policial –a vista de Castillo-, en aras de salvar a los “Dinámicos del Centro” cuyos vínculos llegan hasta los integrantes de PL.