El terremoto que ha remecido en las últimas 24 horas a la Fiscalía de la Nación pone al descubierto una despiadada pugna interna por el poder en esta importante institución del Estado, que involucra peligrosamente a otros poderes (Ejecutivo y Legislativo).
Y mientras los dardos envenenados vienen de uno y otro bando en un intento por demolerse, lo más preocupante es la crisis de legitimidad que se cierne sobre el Ministerio Público.
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Independientemente de si las acusaciones contra la fiscal Liz Patricia Benavidez son ciertas o falsas, se trata de un tema que debilita al Ministerio Público, dejándonos la sensación de que las instituciones como el Congreso, el Ejecutivo, la Policía, Defensoría, Fiscalía, etc., no están allí para servir al ciudadano sino como trofeos que se lo disputan con todas las malas artes de la corrupción. El fin último es acaparar el poder para lograr la impunidad.
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¿Quiénes son los buenos y quiénes los malos? En tales circunstancias es difícil saberlo, pues todos se acusan al mismo tiempo y ni siquiera las ‘investigaciones’ de los ‘equipos especiales’ nos dan ahora garantía de que su trabajo sirve al bienestar, la justicia y el progreso del ciudadano.