Muchos peruanos, mayores de 50 años, se sienten cómodos y protegidos con una segunda dosis de vacuna ante la Covid-19; por tanto, no están dispuestos a poner el hombro una tercera vez, pues les han dicho que el tercer refuerzo tiene síntomas más fuertes.
De allí que, de los 7 millones 700 mil personas en ese rango de edad, solo el 44 % ha aceptado recibir una tercera dosis.
Es decir, más de tres millones de peruanos no quieren o temen recibir una nueva dosis de refuerzo, a pesar de estar expuestos a una nueva ola de la variante ómicron. Frente a esto, Minsa determinó aplicar una sutil técnica de extorsión indirecta: cerrarles a partir del 23 de enero, el ingreso a cualquier espacio público cerrado.
Muchos afirman que la medida es discriminatoria, un chantaje y una violación a los derechos constitucionales; sin embargo, es la única opción que hasta ahora ha encontrado el ministro de salud para obligar a este numeroso grupo etario a recibir una tercera dosis. No te vacunes, sino quieres, pero recuerda que no podrás ingresar a cualquier centro comercial, banco, cines, etc. Es decir, el aislamiento como castigo.