Quienes alientan las protestas no descansan. Al cierre de carreteras que dejó desabastecido al sur del país y que cayó como anillo al dedo al Legislativo, pues le dio argumentos para que en tiempo récord derogara la Ley Agraria; se avecina otra tanda de revueltas en la minería. Y a esta, se prepara otra en pesquería y otra más en los puertos, en educación, salud…
Los promotores de agitar aguas y encender hogueras saben de la debilidad del gobierno de turno y del hambre de populismo del Congreso. Saben que un bloqueo de vías es suficiente para poner de rodillas al gobierno y saben, también, que cualquier protesta o pedido airado en las calles inmediatamente tendrán eco en los legisladores en busca de votos y “trascendencia social”.
Saben también aprovechar el descontento social en un momento crítico en que muchos ciudadanos han quedado sin trabajo o han visto reducido sus ingresos por la COVID. Saben que la masa es manipulable y se aprovechan de ella. Si no logran cambiar la Constitución, derogar leyes o sacarle plata al MEF son las consignas, aunque con ello se traigan abajo la economía del país. Al final dirán que el gobierno es el inútil.