Este Congreso, con alto índice de desaprobación popular acaba de darle un zarpazo a la única institución que ha sido capaz, en los últimos 7 años, de mejorar el sistema educativo universitario.
La Sunedu no ha hecho más que exigir a las universidades públicas y privadas los estándares mínimos de calidad educativa. Esa fiscalización, por supuesto, generó enemigos en las universidades no licenciadas, cuyos patrocinadores y regentes, son financistas o dueños de partidos políticos.
Lo que acaba de hacer el Congreso, a través de una efectiva estrategia lobista, ha sido debilitar a la Sunedu para que las universidades no licenciadas, aquellas que estafaban a los alumnos con una educación mediocre, puedan volver a levantar sus “fachadas de pantalla” y seguir en las mismas, pues la norma ahora establece que son las propias universidades quienes elegirán a los altos directivos de la Sunedu.
Es decir: van a poner a los gatos de despenseros. Un claro conflicto de intereses que a los congresistas no les interesa ocultar porque el trasfondo de esta norma es que los financistas políticos puedan reabrir las fuentes de ingresos para la política: las universidades denegadas.
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