El regreso a clases presenciales de todos los estudiantes se ha vuelto una cuestión de Estado en el país. Para algunos padres de familia y ‘muchos’ maestros, el argumento infalible para seguir con la deficiente y aburrida educación virtual es el temor paternalista a que se contagien de la Covid-19.
La realidad, sin embargo, nos muestra otra faceta. Aquí en Piura basta mirar los centros comerciales atiborrados, muchos de ellos de niños y adolescentes que van a circos, juegos mecánicos y cines; hasta las fiestas infantiles se han reanudado. ¿No temen al contagio? En otros casos, los adolescentes y jóvenes se han ido al delivery y a cuanta “chambita” se presente, sin contar que los fines de semana llenan discotecas y casas en busca de diversión. ¿Ellos tampoco se contagiarán?
Es incongruente la forma cómo se trata hoy este problema. Se reconoce la deficiencia virtual del aprendizaje en los estudiantes, además del perjuicio a la salud mental de los mismos debido al miedo, encierro y restricciones que se practican, pero por ahora es más fácil abrir estadios que las escuelas. La vacunación es una tabla de salvación pero hasta eso camina con pies de plomo en Piura.