Se dice que la Navidad es la época en que la plata se acaba antes que los amigos. Y es que psicológicamente la palabra “Navidad” tiene un efecto mágico en la sociedad que hemos moldeado. Navidad se traduce en abundancia, mesas repletas, finos licores, es decir, muchísimos regalos. Hemos adaptado nuestro entendimiento a que alegría es sinónimo de compras desmesuradas y la exageración.
El Papa Francisco afirma que “la Navidad suele ser una fiesta ruidosa”, por lo que pide un poco de silencio para oír la voz del amor. Nosotros le agregamos: Silencio para escuchar el llanto de miles de familias que hoy sufren por la pérdida repentina de algún ser querido por la Covid-19; silencio para oír el lamento de quienes han perdido su trabajo o deben empezar de nuevo al desaparecer sus negocios y emprendimientos.
La Navidad debe ser alegría, es cierto, pero también solidaridad y generosidad; pero sobre todo, humildad. En tiempos de crisis, esta Navidad nos debe regresar al sentido primigenio de la fecha donde el invitado es la humildad de Jesús. El hecho mismo de reunirse y abrazarse entre familias es suficiente para honrar el sentido de la natividad. ¡Feliz Navidad!