“El Ómicron es el COVID pituco, no pasa de un simple resfrío…”, dicen muy sueltos de huesos muchos jóvenes infectados en las jaranas de fin de año, que no alcanzan a ver las consecuencias que esta cepa está originando en el mundo y lo que puede hacer en una familia.
Se olvidan que esta variante es extremadamente más contagiosa que la Delta y se propaga a una velocidad asombrosa.
Si bien sus síntomas son menos letales que las otras variantes, el riesgo es que en personas con enfermedades crónicas o de alto riesgos, así como en los no vacunados, puede originar resultados fatales como lo confirman las decenas de pacientes que hoy atiborran los hospitales en busca de atención médica o una cama UCI. Los médicos de Salud ratifican este riesgo.
Así que si muchos piensan que son inmunes al virus o que el Ómicron no representa un riesgo para su salud, se equivocan. Una avalancha de pacientes puede poner de cabeza nuestra decadente capacidad hospitalaria y generar, como el 2020, decenas de muertes; entre ellos de nuestros más queridos parientes. Un poco de responsabilidad y abstinencia parrandera no estaría demás.