No es la primera vez que la población enardecida intenta hacer justicia con sus propias manos. Lo han hecho azotando a asaltantes; han apedreado y tomado comisarias por soltar a delincuentes y violadores y ahora lo hacen con la propiedad privada y la empresa, como acaba de ocurrir en la discoteca Xtrem de Sechura, por la muerte de dos jóvenes.
El mensaje es claro: la población siente frustración porque sus autoridades no ejercen la justicia como ellos quieren. Sienten que la “leguleyada”, la corrupción y la desesperante burocracia en vez de justicia genera impunidad y beneficio a infractores; por eso, más efectivo es su propia “justicia”, aunque con ello ponga entredicho la existencia misma del Estado.
Aunque muchos intenten justificar estas acciones y lo vean como un mecanismo de control ciudadano, esta “justicia vecinal” conlleva a mayores niveles de inseguridad y violencia; tiene, además, implicancia sobre la legitimidad de la autoridad, cuya función es hacer cumplir las leyes. Si se deja que este tipo de violencia continúe, la anarquía terminará por imponerse y cualquiera podría destruir un negocio, un local institucional o quitar una vida y no pasará nada…