Es cada vez más evidente que entre el Ejecutivo y la prensa se ha desatado una suerte de “guerra” silenciosa.
Los primeros cierran puertas y ponen cortinas; evitan las conferencias y los comunicados; se reúnen a escondidas con personajes anónimos y sospechosos; el secretismo es su bandera.
La prensa, aunque a muchos políticos y adeptos les resulte irritante, tiene el deber de transparentar acciones del gobierno, investigar y escarbar en el pasado y el presente de los nuevos funcionarios públicos, cuya moral, capacidad y experiencia profesional, ahora, es una provocación, más que una ayuda para Pedro Castillo.
En la campaña política Castillo y Cerrón desnudaron su fobia hacia la prensa, olvidando que los medios de comunicación y los periodistas no están para hacer comparsa con los gobernantes, sino para prevenir el abuso de poder. La buena prensa tiene la responsabilidad de responder a la expectativa ciudadana, a transparentar las decisiones políticas, pero sobre todo, a cuidar los intereses de todos los peruanos aunque a los políticos les resulte incomodo. Siete de cada 10 peruanos cree que este gobierno está restringiendo la libertad de prensa (Datum).