Lo peculiar de los peruanos, según nuestra percepción y también de turistas extranjeros, es su mentalidad informal para ganarse la vida, incluso, por encima de la ley. Somos informales produciendo bienes, trabajando, educando, tributando y comercializando. Una muestra de esa informalidad se vive hoy en el Complejo de Mercados en donde el comercio desbordó todo control y tomó por asalto este centro de abasto.
Esta informalidad le cuesta al país miles de soles en tributos que no se pagan, pero también ponen en riesgo la salud y seguridad de los piuranos, pues en esa vorágine por vender y birlar los tributos, el vendedor irresponsable alienta el contagio masivo de la COVID-19, y contribuye también a deteriorar la salud mental de las personas por el caos y estrés que generan.
Esa anarquía incita, además, la inseguridad y de que en cualquier momento suceda una tragedia; o que los delincuentes aprovechen el desorden para robar los pocos recursos de quienes tienen la mala suerte de cruzarse con ellos. Frente a este problema reiterativo, la Policía simplemente se lava las manos y deja que la Municipalidad, con su escaso personal, asuma toda la responsabilidad.