Para los piuranos cuya esperanza de superar la COVID-19 es la vacuna, no les hace gracia el caos, la venta de turnos en las colas o el madrugar y no alcanzar la dichosa vacuna porque justo antes de ser atendido le cerraron las puertas en las narices. El desorden, la viveza criolla y la improvisación impera en casi todos los locales de vacunación.
Y si eso no fuera poco, algunos ciudadanos que esperan desde un día antes en la cola de autos y ‘conos’ aseguran que existen privilegiados. Sujetos que entran por la puerta falsa, se vacunan y salen muy orondos, mientras los demás siguen padeciendo en la tediosa cola que no avanza. Para colmo, hasta se acaban las vacunas antes de tiempo.
No sabemos por qué los encargados de la vacunación se la ponen trágica a los piuranos. ¿Tan difícil es tener un padrón ordenado por computadora? ¿Por qué no ponen horarios y citan por número de DNI, solo a quienes deben vacunarse?
Por último, ¿por qué no abren más locales de vacunación como lo han hecho otros países, desconcentrando el servicio y evitando torturar a los beneficiarios?