En la tragicomedia que se desarrolla en torno al farandulero Richard Swing y las secretarias palaciegas; y, aun por sobre la crisis política generada en el país por chismes y audios violatorios de la intimidad, hay un hecho que debe destacarse más allá de si se defiende la posición del presidente del Congreso y su banda o la de Martín Vizcarra: la participación de las Fuerzas Armadas.
En este show armado con ansias de poder e intención de obstruir la lucha contra la corrupción, los militares hicieron lo que debían hacer: no inmiscuirse en temas políticos. Parece que las FF.AA. han aprendido bien la lección que les dejó su incursión política en décadas pasadas, definiendo hoy perfectamente cuál es su posición en un estado democrático y de derecho.
¿Qué hubiera pasado si un militar calculador hubiera aprovechado las llamadas de Manuel Merino para iniciar su propia aventura? Destacable la posición no deliberante del jefe del Comando Conjunto, César Astudillo, al informar qué es lo que estaba pasando. Por el contrario, condenable la posición del ex militar y hoy congresista Otto Guibovich, alentado la revuelta.