Al ritmo que desfilan los escándalos y cuestionamientos en torno al gobierno de Pedro Castillo, se hace difícil conseguir la gobernabilidad y la calma económica a corto plazo.
Hasta ahora, la “confianza” obtenida por el gabinete de Guido Bellido no apaciguó la tormenta política, por el contrario, la ha avivado más tras conocerse las relaciones peligrosas del ministro de Trabajo, Iber Maravi, con grupos sediciosos que lo obligaron a poner su cargo a disposición.
Tampoco se salva el premier Bellido, sobre quien pesa una investigación –junto a Vladimir Cerrón-,por presunto lavado de activos provenientes de la coima obtenida de la dirección de Transportes de Junín, cuyo dinero, afirman los colaboradores eficaces, sirvió para financiar la campaña política de Perú Libre. De ser así, Pedro Castillo también estaría en serios aprietos.
Pero como aquí en el Perú las investigaciones se pierden en el tiempo y en el laberinto de la leguleyada, es probable que pasen meses y años, y este caso solo sirva simbólicamente para agitar el avispero y con ello generar inestabilidad e incertidumbre política y económica que frena el crecimiento y espante a los inversionistas.