“Nos enfrentamos a una catástrofe generacional que podría desperdiciar un potencial humano incalculable, minar décadas de progreso y exacerbar las desigualdades arraigadas”, ha advertido el Secretario General de las Naciones Unidas, António Guterres.
El cierre de escuelas debido al COVID-19 ha afectado a cerca de 1.600 millones de estudiantes de todas las edades y en todos los países, con repercusiones inmediatas y de largo plazo en ámbitos como la nutrición y el matrimonio infantil, así como la igualdad de género.
Guterres sostiene que éste es un momento definitivo para los niños y jóvenes de todo el mundo. “Las decisiones que los Gobiernos y los asociados tomen ahora tendrán un efecto duradero en cientos de millones de jóvenes, así como en las perspectivas de desarrollo de los países durante decenios”.
La emergencia sanitaria ha exacerbado las disparidades que ya existían en la educación y el cierre prolongado de las escuelas podría revertir los avances de los últimos lustros, pues debido a las brechas digitales, no todos pueden acceder a las clases a distancia. En los países de bajos ingresos, sólo el 10% de los niños tienen Internet en casa. En América Latina, sólo el 50% de los estudiantes tienen un dispositivo en casa.
Las proyecciones indican que casi 24 millones de estudiantes desde primaria hasta universidad podrían abandonar las clases a causa del impacto económico de la crisis sanitaria.
Cabe indicar que el mundo ya sufría una “crisis de la educación” antes de la pandemia, con más de 250 millones de niños en edad escolar que no estaban escolarizados y, en los países en desarrollo, con sólo una cuarta parte de los alumnos de secundaria terminando sus estudios con competencias básicas.