“En las parroquias tenemos personas comprometidas de vida, son miembros por voluntad propia, por voluntad de servir a Dios y al prójimo […]. Claro que tenemos recursos limitados, pero tenemos la vocación de ayudar. Los párrocos tienen esa visión y por eso nos podemos organizar”, aseguró serenamente el párroco de Santísimo Sacramento, Guillermo Uhen.
Esta parroquia busca dar apoyo monetario, en víveres, medicina, oxígeno y asistencia médica a las familias que más apoyo necesitan durante esta pandemia del coronavirus (COVID-19).
“Él va a visitar a los contagiados, les da tranquilidad no solo a ellos, sino a la comunidad. Algunos vecinos se ponen nerviosos y separan a estas personas, pero el padre Uhen los sensibiliza para que no les den la espalda e incluso ahora les dejan sacos de arroz en las puertas de sus casas”, comentó la asistenta social de esta institución religiosa, Ginet Ambulay.
Y es que en lo que vamos de esta pandemia en la región, hemos visto que las comunidades religiosas han sido más efectivas que los trámites de las autoridades. Así es que mientras el Gobierno Regional era incapaz de salvarle la vida a los pacientes del hospital Santa Rosa, quienes estaban padeciendo por falta de oxígeno, el párroco de Nuestra Señora del Rosario, Martín Chero, lideraba una campaña para obtener este bien.
Proyecto piloto
La Dirección de Salud también ha hablado mucho de los cercos epidemiológicos y de exhortar a la población a que permanezca en casa, pero sus estrategias tampoco parecen haber surtido el impacto esperado. Ante ello, la parroquia San José Obrero ha querido también incursionar en ese ámbito, a ver si su nivel de organización y de compromiso sí logra frenar los contagios en las urbanizaciones de su jurisdicción.
Son 40 los voluntarios que forman parte de este proyecto piloto. Cada coordinador de manzana se en- carga de recopilar información sobre los contagiados posibles y confirmados, los difuntos por coronavirus, las familias que necesitan asistencia alimentaria, y ayudan a desestigmatizarlos.
Tratan de formar un cerco comunitario y de que se tome conciencia sobre no salir de casa. Por ello, cuando se trata de repartir los víveres, ellos mismos los llevan a la puerta de la casa de las familias. Pero no solo eso, sino que también han organizado mercadillos saludables en el interior del coliseo parroquial, con todos los protocolos sanitarios dictados por el Ministerio de Salud.
De esta manera ayudan a los pequeños productores y ofrecen nuevas alternativas de compra a los vecinos. Quien monitorea el buen funcionamiento de esto es el párraco Luis Arrasco, que no se mueve del segundo piso de su vivienda por ser población vulnerable. Pero, eso sí, se mantiene al tanto de las herramientas que facilitan la comunicación durante esta pandemia.
Él mismo instruye a los voluntarios del proyecto piloto a través de videoconferencias en Zoom, y se mantiene al día con lo que está sucediendo gracias al grupo de WhatsApp que han creado.
“La solidaridad es una constante, no solo es por la pandemia. En Piura parece que no tenemos autoridades. Dejando de lado a los politiqueros, hace falta liderazgo y que todos juntos pongamos el hombro por Piura”, dijo Arrasco.
Por Andrea Flores Khalil