En el reino de la administración y los “cargos públicos” ha sido, en los últimos 40 años, envilecido y corrompido con vehemencia destructiva a tal punto que hoy pocos ciudadanos honorables, con experiencia, con sólidos valores morales y compromiso de trabajo social se atreverían tocar las puertas de ese ‘reino’.
En consecuencia, los ciudadanos -que sostienen y mantienen con sus impuestos ese “reinado de lo público”-, tienen que asistir cada cuatro o cinco años, mortificados y desalentados, al desfile de una variopinta fauna de cuestionados personajes quienes en vez de exhibir títulos, experiencia en el manejo y administración de recursos estatales, ostentan un amplio prontuario policial y judicial.
Esto explicaría hoy el alto índice de indiferencia de los electores (30%) frente a las próximas elecciones municipales y regionales, pero sobre todo, la falta de buenas personas, líderes, profesionales y técnicos respetados como postulantes. Con ciertos candidatos tan cuestionados, no hay profesionales suicidas que se atrevan en arriesgar su reputación, su tiempo, su salud y hasta su libertad para acompañar esos líderes de barro en la aventura de gobernar.
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