Ayer era velado el tercer policía asesinado en lo que va de este año. Una sociedad empieza a tocar fondo cuando el asesinato adquiere el escalofriante estatus de símbolo: la muerte del agente Óscar Walter Cornejo Alfaro de 24 años representa la muerte de la institucionalidad, la extinción de las fronteras que separaban a los sujetos, incluso aquellos que se encuentran al margen de la ley, de las instituciones, los signos del poder, del orden, de las normas, del vínculo comunitario y el juramento colectivo que nos convierte en una sociedad.

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Sí, no solo han matado de tres balazos a un agente, sino a toda una comunidad que desea vivir y progresar en paz.

Pero el policía Cornejo no solo es la víctima de una banda de desalmados, sino también una paradójica muestra de que la inseguridad ciudadana no está siendo abordada por las autoridades con otro criterio que no sea político. Es cierto que las razones de fondo de la criminalidad y de la delincuencia, al ser estructurales, son económicas y también políticas, pero limitar las soluciones a manejos cercados por intereses fugaces, partidarios y mezquinos, equivalen a querer apagar un incendio con gasolina. El distrito piurano de Castilla, donde ocurrió este horrible crimen, no está bajo declaratoria alguna de emergencia, pero incluso si lo estuviera la situación no sería la mejor. Prueba de ello es lo que ocurre en Lima y en Sullana, donde las medidas restrictivas y el control policial–militar ha fracaso estrepitosamente porque se pretende traer el orden invirtiendo apenas dos soles.

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Más allá de la exageración del último enunciado, los alcaldes sullaneros han sido claros en justificar las razones del próximo paro: el Ejecutivo no les da plata, las autoridades de Lima les cierra las puertas, la moral de los vigías parece relajarse mientras el mundo cotidiano, los valores, la salud mental y las esperanzas se deshacen como cientos de relojes pintados por Dalí. Si así es con emergencia, ¿cómo estamos en Piura, donde todos creen que las cosas funcionan de maravilla, donde las autoridades piensan que la inseguridad es una exageración, el dengue un psicosocial y las pistas están para competencias?

No esperemos a que muera otro policía, no esperemos a que muera otra persona, un niño, una madre de familia, un trabajador. Las autoridades deben dejarse de cuentos y asumir el liderazgo en medio de esta crisis.