Hace 50 años, 31 de mayo de 1970, un terremoto de gran magnitud arrasó con el pueblo de Yungay, en la región Áncash, provocando la muerte de 75 mil personas, 20 mil desaparecidos, 150 mil heridos, y 600 mil damnificados, que perdieron sus viviendas y borró por unos instantes a la localidad del mapa nacional.
La fecha quedó marcada en la historia del Perú como el día en que todos debemos reflexionar sobre la importancia de prevenir y estar preparados para enfrentar los movimientos telúricos.
Ese día, a la 3:23 de la tarde, la tierra tembló como nunca durante 45 largos e interminables segundos.
Toda la costa y sierra del norte y centro del país fue sacudida por el fuerte remezón, pero fue el pueblo de Yungay en la región Áncash, el epicentro de este gran desastre provocado por la naturaleza.
La ciudad perdida
A Yungay no solo lo remeció el terremoto. La tragedia más feroz se presentó diez minutos después, cuando el glaciar 511 desde el pico norte del nevado Huascarán, se desprendió en una franja de unos 800 metros de ancho por 1.500 metros de largo.
Una avalancha de 30 millones de toneladas de lodo, hielo y piedras, que provocó un aluvión que alcanzó una velocidad de 400 km./h. y arrasó con esa pequeña localidad y, afectó seriamente Ranrahirca, Caraz y Carhuaz, en el Callejón de Huaylas.
Huaraz vio destruida su catedral principal, sus colegios y plazas públicas. Un 95% del departamento ancashino quedó en ruinas. Las primeras noticias indicaban 5 mil muertos. Pero las cifras se agravaron con el pasar de los días.