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Arquitectura y destrucción del arcoíris
enero 15, 2021
Autor: Victor Palacios

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Algunas personas se sorprenden cuando escuchan o leen que la arquitectura es una forma de las denominadas bellas artes. Esta inquietud se debe a la preponderancia que tiene en el mundo postmoderno el concepto de profesión sobre el concepto de arte. La tendencia intelectual de nuestra época privilegia la relación económica que puede tener un profesional universitario en el mundo social productivo y menosprecia la baja capacidad adquisitiva que suele tener un artista. Sin embargo, la arquitectura es indudablemente una profesión estrechamente ligada con la producción artística, por su capacidad de audacias creativas que ha producido obras de asombro a lo largo de la historia de la civilización humana.

La reflexión previa se debe a mi reciente lectura de un libro del poeta Martín Córdova Bran, cuyo título aprovechamos para rotular este artículo, donde reúne su producción lírica escrita entre los años 2004 y 2014. Como obra física, el libro es una hermosa e impecable producción de Luna Negra Editores y tiene el valor agregado de incorporar pinturas, dibujos y grabados en las ilustraciones interiores pertenecientes a variados artistas.

El libro contiene cinco secciones, que corresponden a las diversas instancias creativas de Córdova Bran a lo largo de una década, permitiendo así apreciar su línea evolutiva y experimental en el trabajo de la construcción poética.
En atención a la brevedad que demanda el artículo periodístico, solo me referiré al poema titulado El Arquitecto, porque considero que merece atención especial. El texto poético comienza precisando que: “En una noche cualquiera, construyes. / Con las manos desnudas acaricias el barro, / soplas el aire, la nada; / y todo, de repente, nace. / Son creadas una a una las cosas”. El poeta Córdova Bran utiliza la sutileza lingüística para enhebrar el concepto de un creador divino con un creador humano.

Ambos están guiados por una ilusión, por una meta grandiosa que busca el sentido pleno de la propia existencia: crear algo, suprema ambición de los dioses y de los hombres. El texto se desarrolla tratando de establecer la sinonimia entre el creador divino y el creador humano: construir un mundo bello donde la armonía entre los elementos constitutivos de su propio ser garanticen la plenitud eterna. El arquitecto de naturaleza divina construyendo el universo y el arquitecto humano construyendo, en su dimensión finita y limitada, edificios que buscan la eternidad. Casi al final del poema leemos: “sostienes el barro, pero ya no sabes si te sostienes / a ti mismo y temes, tu propia creación te infunde miedo”; con lo cual dios y el artista comparten la incertidumbre ante lo creado.

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Victor Palacios
Editor web de El Tiempo y La Hora. Periodista y fundador del equipo digital del diario El Tiempo. Comunicador con experiencia en Marketing Digital, Data Analyst, SEO, Web Design, Email Marketing e Ecommerce.
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