Todos podemos tener miedo, pero el miedo nos paraliza y a nada conduce. Es conveniente estar alertas y anticipar problemas. Debemos desechar nuestros temores y cultivar el crecimiento en la fe, transformando el miedo en confianza. Confianza en que la fe es una fuerza superior que nos infunde valor para actuar sin tener miedo y nos colmará del sentido de propósito que infunde la energía de la acción.
“Non avere paura” (no tengas miedo) es una célebre y sentida frase de Juan Pablo II, uno de los más grandes pontífices y santos que nos ha dado la historia contemporánea. No tengas miedo de actuar apoyado en la fuerte convicción de estar en lo correcto y que el fin realmente vale la pena. Seamos hombres con propósito.
En cuanto a la tolerancia, las prédicas modernas nos invitan a ser tolerantes y a deponer nuestra intransigencia. Eso está bien y es un claro síntoma de nobleza que conduce a nuestro mejoramiento continuo como personas. Supone un esfuerzo de negación de nuestra vanidad y de admisión para cuestionar algunas de nuestras convicciones con el fin de tomar en cuenta las razones y los argumentos del otro, aunque no estemos totalmente de acuerdo. No es algo fácil y eso lo hace aún más valioso y meritorio.
Sin embargo, hay que tener cuidado con la trampa de la tolerancia y la permisividad cuando nos acercamos al relativismo de lo “políticamente correcto”, cuando caemos en el razonamiento de que “cada quien tiene su propia verdad”. Este es un error frecuente que soslaya el hecho de que la verdad es una sola y que no se trata de “caer bien a todos”, aunque ello sea bien visto en el entorno o porque es lo que se hace en una sociedad educada y decente.
Por este motivo, debemos estar siempre alertas y darnos cuenta de las intenciones maniqueas de ciertos personajes expertos en manipulaciones ideológicas y con ansias de poder, donde el fin (poder y prédica ideológica) justifica el engaño y la seducción.
Estar alerta supone un estado agudo de atención que nos permita percatarnos de ciertas señales que develan las ansias evidentes de engaño utilizando la dialéctica. Por ello, es necesario actuar antes de que sea tarde y el contagio inminente sea extensivo a la sociedad.
En conclusión, debemos ser intolerantes ante el engaño, la trampa y la mentira.