A dichos jefes policiales no les importó deshonrar el uniforme y la institución con tal de conseguir servilmente un ascenso o colocarse al lado del poder y la impunidad.
El grado de decadencia en esta institución, por culpa de Castillo, es grave, porque en el poco tiempo que estuvo en el poder, organizó una camarilla de granujas cuya misión era obtener la impunidad de personajes vinculados al profesor; esconder pruebas; ayudar a evadir la justicia a varios prófugos. También se manipuló y negoció los ascensos y destaques de los policías; entre otros delitos más, es decir, convirtieron la institución en un aquelarre de uniformados.
¿Ingenuos los policías? Para nada. Sabían lo que hacían y aun así se prestaron para degradar a la institución y a sus propios compañeros, por lo que no solo se requiere hoy limpiar de estos personajes a la Policía, sino someterla a una reestructuración total, como lo piden los propios efectivos.