Si comparamos la cantidad de peruanos en todo el territorio nacional (más de 30 millones) con la cantidad de vacunas que llegaron al país (300.000), no pareciera un asunto que deba celebrarse. No obstante, luego de una larga espera -y luego de que durante la gestión de Vizcarra no se dieran pasos concretos para tener las dosis al mismo tiempo que otras naciones del Latinoamérica-, es importante. Lo que corresponde ahora es repartir las vacunas a las regiones y comenzar a inmunizar a los profesionales de salud, los más expuestos en esta circunstancia excepcional, de acuerdo al plan ya señalado por el Gobierno.
También queda por delante una enorme tarea: convencer a la población de que la vacuna es, actualmente, la barrera más efectiva contra el coronavirus. Es un síntoma habitual de las épocas críticas que aparezcan escépticos de todos de los colores y banderas, teorías conspiranoicas de estridencia variable, temores fundados en leyendas “confirmadas” por las redes sociales, etc. En este momento, las personas -los Gobiernos y los ciudadanos- no solo luchan contra un virus que ya ha costado a nivel mundial más de dos millones de vidas humanas; también lucha contra la desinformación, las noticias falsas, los rumores, los intentos de desestabilización y los “remedios” peligrosos.
Nuestro deber cívico es informarnos de lo que realmente ocurre. ¿Cómo hacerlo? Mediante fuentes confiables, testimonios contrastados y canales informativos serios. Decir en pleno siglo XXI que la vacunación es un peligro sería igual que destrozar todo el progreso material alcanzado y retroceder dos siglos o mucho más. Las vacunaciones, hasta ahora, han sido el soporte de las políticas de salud en todo el mundo. Frente a los negacionistas que interpretan la vacunación como una intromisión ideológica en el cuerpo, mostremos los hechos médicos, los éxitos prácticos de la vacunación frente al drama de la desprotección y la vida precaria de centurias pasadas.
Pensemos como ciudadanos de un mundo interconectado, científico y tecnológico, con responsabilidades sobre otros componentes del cuerpo social y guardianes de nuestros semejantes; no como cavernícolas de la Internet que prefieren echar por la borda años de civilización construida gracias al avance de la medicina. Cuando toque nuestro turno, seamos responsables.