Las aulas de los colegios y universidades estarían abarrotadas de estudiantes que aman sus historias personales y que aceptan la historia local y nacional. Pero antes bien, tenemos estudiantes desalentados y contrarios a seguir aprendiendo las largas lecciones, fechas de guerras, nacimientos y personajes que no les “suenan ni truenan” porque si los aprendieron para el examen, ahora ya no los recuerdan. ¿Entonces, podríamos decir que el problema está en cómo deberíamos enseñar la Historia? Las respuestas podrían ser muchas y empezaríamos a plantear y a proponer diversas metodologías, técnicas y formas que nos permitirían acercarnos a peruanos cada vez más desconfiados, incrédulos y desmotivados por lo que significa nuestra Historia.
Y ahora que les hablamos del Bicentenario, lo toman como algo comercial y de moda en este tiempo. Qué fácil es hablar del Bicentenario de la Independencia del Perú sin acercarse en lo más profundo a reflexionar cómo, quiénes, dónde, por qué y cuáles fueron los motivos que tuvieron los peruanos y allegados de aquel entonces en buscar fervientemente la Independencia. Muchas oportunidades nos ofrecen diferentes instituciones de poder acceder a escuchar, a reflexionar y a cuestionar todo lo que sucedió, pero somos muy pocos los que conscientemente aceptamos la invitación.
Si nuestros muchachos amaran al Perú, porque conocen su historia, porque han revivido cada batalla, cada enfrenamiento, porque han acompañado a cada personaje a tomar decisiones frente a la guerra, a través del estudio, porque han tenido la oportunidad de preguntarse muchas veces por qué, por qué y por qué, las salas de videoconferencias estuviesen llenas de gente; si nuestros jóvenes amaran al Perú estuviesen preocupados por informarse de quiénes han entrado en la carrera política, si nuestros jóvenes amaran al Perú estuviesen preparándose políticamente para tomar los destinos del país, porque han demostrado que son una fuerza muy poderosa que puede cooperar en cambiar el rumbo del Perú, han demostrado con su vitalidad, arrojo e hidalguía que pueden conseguir lo que se proponen.
Pero, son ellos los llamados a prepararse para hacer frente a los desafíos que la realidad nos plantea. Pero si no conocen el Perú, muy poco podrán hacer por él y todo quedará en puros sueños lejanos que no se realizarán porque les faltó valor, punche y garra para luchar hasta quemar el último cartucho.