Con la pandemia, los docentes se han visto obligados a cambiar de chip, pasando de la pizarra a la pantalla, de lo material a lo virtual. Cuando regresemos al aula ya no será lo mismo; por tanto, se debe actuar y afrontar el desafío para convertirlo en oportunidad y reinventar la labor docente, no necesariamente volveremos a la tiza y al libro.

Es un reto para el maestro encontrar cómo motivar a los estudiantes en el tiempo que dure el aislamiento; así como fortalecerlo mentalmente, pues los alumnos están acostumbrados al trabajo en grupo al ser seres humanos sociables por excelencia y en la interacción con sus pares lograban el aprendizaje.

Como no todas las familias tienen un celular o tablet, el programa Aprendo en casa, que se emite por la televisión, radio y web, es una buena alternativa ante las brechas tecnológicas. Además, para asegurar el proceso, el docente debe contactarse con los estudiantes y sus familias para ofrecerles el asesoramiento o retroalimentación formativa que combine los aspectos cognitivos y emocionales.

El docente reconoce que el hogar se ha convertido en una especie de aula y que la mesa familiar es un pupitre donde el estudiante se encuentra realizando sus actividades con o sin apoyo de la familia, por ello es consciente que las actividades que desarrollen los alumnos deben servirle para desempeñarse adecuadamente en esta nueva sociedad.

“No podemos permitirnos el lujo de volver a las aulas y dejar que la rutina borre todas las necesidades, ideas y reflexiones detectadas y aparecidas en estos días de confinamiento y cambio impuesto”, señala Juan M. Núñez, experto en innovación educativa.

La labor docente dio un giro inesperado, sin embargo, se fortaleció la vocación en esta etapa de enseñanza remota. El maestro convirtió las dificultades en fortalezas y cuando culmine este espacio de educación remota, regresará a las aulas más fortalecido.