Una de las cuatro comisiones congresales que deben pronunciarse sobre el retiro de los “fondos” de la ONP ya ha dicho que sí a la polémica propuesta; el Congreso, de esta manera, avanza en su intento de repartir dinero para recuperar popularidad, sobre todo entre los más necesitados.

Recordemos que se avecina la época electoral, el tiempo de las campañas, y muchos partidos, vistiendo sus lenguas de radicalismo, buscarán mantener y agrandar su representatividad en el próximo parlamento.

El gran endeudado, al final de esta aventura demagógica, será el pueblo, esa entidad siempre estafada por discursos inflados de promesas, que siempre anhela, que siempre pide y que, a menudo, se siente postergado por las autoridades que, a simple vista, parecen trabajar solo para la gran industria, para la empresa omnívora y para los grandes grupos de poder económico.

¿Realmente es así? La política y el dinero van de la mano aquí y en China, no es ningún secreto, ¿pero acaso es una solución romper la alcancía estatal y tirar a las masas los dineros que protegerán nuestra vejez?

No es una apuesta muy inteligente porque está diseñada para el rédito de algunos personajes de verbo prolífico y acciones vacías; la desesperación existe y es real, pero no es sabio creer que una medida de corto plazo salvará al país de la pobreza. La historia nos enseña que los paliativos no son precisamente los mejores remedios en épocas de crisis. La clave del resurgimiento está en la apuesta por la formalización, por el empuje a las pequeñas empresas.

El sistema democrático y de libre concurrencia económica solo puede funcionar con situaciones de inicio niveladas; dicho de otro modo, mediante la intervención estatal y cierto grado de planificación y concertación para diseñar un país con más balances, más justicia y menos baches. Nuestra sociedad no está lista para experimentos como los propuestos por los impopulares Daniel Urresti, Cecilia García y el propio Merino de Lama, quien no pudo cumplir la cita con el sastre para que le mida la banda presidencial.

Es a estos personajes y a sus similares a los que debemos mirar con sospecha cada vez que nos prometen pan. Estos personajes son instrumentos de asociaciones políticas que medran a costa del futuro de un gran sector de la ciudadanía. Cuidado.