El Gobierno ha propuesto hasta cuatro medidas dos bonos, la devolución del Fonavi y la enésima liberación de la AFP para aliviar el peso económico de millones de familias, así como prepararlas para el próximo Niño Costero. Sucede, sin embargo, que estas bien intencionadas acciones caen en el saco de los eternos paliativos, mientras la solución a la crisis sigue sin ser abordada.
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Diario El Tiempo consultó con algunos profesionales, quienes, por caminos distintos, sugirieron desde liberalizar los elementos básicos de la economía y el mercado, hasta dejar que el Estado continúe con su rol tutelar y garante de una distribución justa. El Perú, de alguna forma, ha probado ya con ambos estilos: en los 90 se avanzó con la privatización de la economía al punto de que el país sacrificó las que entonces eran consideradas empresas o rubros soberanos y estratégicos. No obstante, en los años dos mil se incluyó a este ejercicio de privatizaciones la noción de “chorreo”, la idea de que también los más pobres deberían participar de la riqueza generada en poco tiempo y, milagrosamente, tras el apocalipsis de fines de los ochenta. Cuando el chorreo reveló las flaquezas de la voluntad política de redistribuir simples excedentes entre los más necesitados, dinero que, muchos ya sospechaban, era mala habido, se desenterró para el argot político uno de los conceptos más usados y menos entendidiso: la justicia social. Hasta ahora nos la prometen.
¿Qué hacer mientras tanto? ¿Cobrar calladamente cualquiera de los bonos y luego criticar rabiosamente al asistencialismo? ¿O exigir más dinero al Estado porque, “lamentablemente, no hay chamba”? Creemos que un enorme sector de la ciudadanía requiere hoy de este tipo de rescates, pero es responsabilidad del Gobierno empezar a trabajar en una solución sostenible en el largo plazo, incluso si esta solución se trae abajo el viejo sistema de costo beneficio que implica demasiados acuerdos cada vez más insanos y corruptos, y crea un ejército de menesterosos dispuestos a dejarse quitar el alma por cien soles.
Creemos que, en un futuro, será inviable regalar plata y se tendrá que optar por otra cosa. Esperemos que el populismo no se adueñe de las propuestas caritativas y no pervierta la justicia.