El conflicto entre Israel y Hamás ha dado lugar a la crispación entre colectivos, al posicionamiento de los Gobiernos y al despliegue de razonamientos geopolíticos, importantes para redifinir el mapamundi de los próximos años. Es importante que todos los esfuerzos, más allá de las simpatías circunstanciales, nos guíen hacia la paz, una paz mucho más duradera que la actual.
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Sin embargo, la crisis también ha sido vista por oportunistas y aventureros de la política como la ocasión ideal para sacar a relucir sus miserias ideológicas con la esperanza de ganar algo de ascendiente social y alargar su vigencia su agonía política. Por un lado, están aquellos que aprovechan las similitudes del conflicto en Oriente Medio con lo vivido aquí entre los 80 y 90 para recomendar la aplicación en Tierra Santa de estrategias antiterroristas poco ortodoxas, las mismas que han llevado a nuestra sociedad al callejón sin salida de los juicios por derechos humanos, el conflicto perenne entre dos generaciones y la reducción de la política a una dicotomía absurda de “amnistía” y “terruqueo”. ¡Con semejantes consejos, cualquiera dudaría en tomar la Franja de Gaza!
Por otro lado están los que pretenden romantizar el terrorismo y convertirlo en “lucha social”, cambiarle de nombre para venderlo ante nuestra sociedad, casi siempre carente de referencias y definiciones políticas claras, como una “resistencia al imperialismo”. ¡Bonita manera de tergiversar la historia obviando el papel del imperialismo árabe en esta contienda! Han aparecido repentinos intérpretes de la realidad contemporánea, como el prófugo Vladimir Cerrón, quien obviamente, desde la cobarde clandestinidad ha demandado al Gobierno de Dina Boluarte romper las relaciones con Israel. Como alguien por ahí le respondió a través de las redes sociales, Boluarte no ha podido romper con el fujimorismo y va a poder hacerlo con Israel. Queda en evidencia que Cerrón, promotor de una política de barraca, utiliza las redes y los eslóganes y la identidad de la izquierda para su propia promoción, aún cuando el costo sea decir tonterías.
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¿Qué podemos hacer nosotros en medio de este fuego cruzado de vítores y condenas? Nada. Aunque el conflicto tiene trascendencia diversa y duradera, mal haríamos en prestar oídos y ojos a los “ideólogos” de redes sociales.