En su última columna escrita para El Tiempo, el exministro de Economía, Luis Miguel Castilla, hace una preocupante advertencia respecto a los millones que se deja de gastar en Piura destinados a reducir la vulnerabilidad de la región, a pesar del enorme riesgo de desastres naturales.
Tras recordar que Perú cuenta con un programa presupuestal para la reducción de la vulnerabilidad y atención de emergencias por desastres que el año pasado fue de S/2184 millones; puntualiza que en el caso de Piura se dejaron de gastar más de S/ 60 millones, por lo que urge mayor diligencia y efectividad por parte de la autoridad regional.
Probablemente la primera imagen que viene a la mente de los piuranos cuando se habla de gestión de riesgo de desastres, es la de los sacos terreros en las puertas de las viviendas y en las defensas ribereñas cada vez que hay lluvias; pero reducir el riesgo ante desastres es mucho más que eso, es algo fundamental para garantizar la vida de la población y el desarrollo regional.
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La gestión de riesgos no es una función de la oficina o funcionario encargado de Defensa Civil, es -debería ser considerada- un tema inherente a la planificación urbana y a la promoción misma del desarrollo por parte de la autoridad local y regional.
El gobernador y alcaldes no deben perder de vista que estamos ante una política de Estado cuya finalidad es proteger la vida, la salud y la integridad de las personas, así como el patrimonio público y privado.
Piura no solo enfrenta el riesgo de inundación debido a una pésima gestión pública en materia de prevención y planificación, también en lo referente al riesgo de sismos porque se ubica en el Cinturón de Fuego y ahora mismo enfrenta una amenaza de sequía debido a la ausencia cada vez más lluvias. ¿Nos estamos preparando?
Cada vez que hay temblores fuertes, lo primero que hacen las autoridades cuando se les pregunta por lo que hacen para informar y educar adecuadamente a la población sobre estos temas, más aún, cuando se les consulta sobre cómo están o no incorporando la gestión de riesgo en los planes de gobierno y en la ejecución de obras y en la planificación urbana, no hay respuesta.
Así, la gestión de riesgo termina siendo un saludo a la bandera, con funcionarios incapaces se incrementa el riesgo en vez de reducirlo y los recursos no son gastados.
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