No solo la salud y las pistas están en crisis. También lo está el agro: hay 50 mil productores que, a consecuencia de las lluvias y ahora de la sequía, han perdido sus sembríos. Nuestra región nos pone frente a retos que, a veces, son diametralmente opuestos, pero nos preguntamos por qué estas situaciones nunca son previsibles.
Curiosamente, es el propio GORE el que ha dado a conocer estas cifras, lo que confirma que en muchos casos la acción de nuestras instituciones sigue siendo reactiva. Aún no hemos conseguido articular esfuerzos, o quizás no contamos con los profesionales debidamente calificados para transformar esta perspectiva pasiva de la acción del sector público y convertirla en otra más previsora, que se anticipe a las situaciones, que diseñe políticas basadas en un perfil geográfico y climático que es ya conocido en nuestra región. Luego nos molestamos cuando llegan “los foráneos” a ocupar puestos de liderazgo. A favor del GORE podría decirse que la previsión y prevención no son característica del sector estatal, así que dichas palabras tampoco existen para el Ejecutivo.
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La importancia de la agricultura en la región Piura es mayúscula: se trata de la principal actividad económica de la región, junto con la pesca y el turismo. Según estimaciones del Banco Central de Reserva (BCR), a enero las exportaciones alcanzaron los US$ 352,5 millones. La agricultura, especialmente la de productos no tradicionales, participó en un 9,7%. El año pasado la producción agrícola era del 84% del total anual, y de este total la producción orientada al mercado externo y la agroexportación era de 56,4%. Luego vinieron las lluvias y lo que parecía un crecimiento prometedor se estancó y se convirtió en una crisis que se ha agravado no solo por la pérdida de las hectáreas cultivadas, sino también por las carencias infraestructurales que han sido desde hace décadas el paradójico talón de Aquiles de un sector estrella.
Los agricultores han dicho que irán al paro si el Gobierno no resuelve sus reclamos, así que es probable que veamos otra crisis de gobernabilidad que coincide con la peor época de la tragedia sanitaria que estamos viviendo. Definitivamente, el Ejecutivo tiene que salir de su letargo, dejar el juego político y dedicarse a la población, la única que puede mantenerlo en el poder a pesar de todo.