El presidente Vizcarra ha pedido a los gobernadores regionales que asuman el liderazgo de la lucha contra el avance del COVID-19 en sus jurisdicciones.
Esto no es nuevo: en reiteradas ocasiones, el mandatario ha reclamado mayor compromiso y menos dejadez a las autoridades en esta labor. Sin embargo, las trabas, las indefiniciones, la falta de claridad en las estrategias siguen siendo el pan de cada día.
Tampoco podemos culpar a las regiones de todo este problema (a pesar de que, en el caso de Piura, por ejemplo, vemos a nuestra mayor autoridad política dando información errada sobre los kits, o a un alcalde provincial convocando a una repartición de pollos que, finalmente, no se dio).
Las imprecisiones en que caen nuestras autoridades son un reflejo de los vacíos de la estrategia general del Estado frente a esta enfermedad para la que no estábamos preparados ni logística ni políticamente. Que el ministro de Salud aparezca abatido pidiendo a los peruanos rezar es un signo de debilitamiento prematuro, algo que la ciudadanía no necesita porque lo que hoy demandamos es fortaleza y decisiones firmes.
Parte de esa adecuación estratégica que se exige del Ejecutivo nacional, así como de los Gobiernos Regional y las alcaldías, es la transparencia en las cifras. En los últimos días, diversos personajes -periodistas, economistas, opinólogos desinteresados o a sueldo, etc.- han cuestionado las estadísticas del Gobierno y sostienen que la cantidad de contagiados es muy superior a la que se nos muestra todos los mediodías.
Esto es bastante probable dado que el virus puede alojarse en personas asintomáticas y que no han pasado por prueba alguna. No obstante, la bulla generada al respecto en las redes sociales parece estar ganando la batalla a los discursos oficiales, siempre cortas frente a los rumores, a las informaciones no corroboradas, los audios, las fotografías dudosas, etc.
Que esto ocurra es contraproducente para el ánimo de todo el país pues siembra la desconfianza en el preciso momento en que necesitamos unidad; no unidad ciega y acrítica, pero sí aportes, brazos que construyan un muro frente a la pandemia que ha causado miles de muertos en todo el planeta. Si el Gobierno exige liderazgo, debe dar el ejemplo y mostrar transparencia.