El Gobierno ha ordenado una nueva restricción y ha dividido el permiso de transitabilidad por sexos. El objetivo de esta medida es limitar la cantidad de personas en las calles para contener el incremento de casos positivos de coronavirus.
De acuerdo con el relato oficial, de no haberse tomado las medidas que actualmente rigen, nuestra situación sería similar o peor que la de España o Italia. No es preciso mirar tan lejos: en Ecuador, los muertos “adornan” las calles y el sistema de salud es inoperante.
Frente a estas medidas, diversas opiniones han sido formuladas, desde las que apoyan esta nueva fase de la lucha contra el COVID-19, como las que desacreditan este esfuerzo invocando los derechos de ciertas minorías sexuales. Creemos que es frívolo discutir sobre percepciones en medio de una emergencia nacional que nos pone por delante el reto de unirnos como país. Lo que importa en este momento, y debería ser el principal motivo de debate, es qué hacer con aquellos sujetos que, a pesar de las muchas advertencias, siguen renuentes a acatar las órdenes, individuos que con su actitud egoísta ponen en peligro no solo su propia vida, sino la de su entorno y el país entero.
No es una broma. El país se está jugando la vida en estos momentos. A nivel nacional, hay 1414 personas infectadas y la cifra de fallecidos se ha elevado a 55. Hay personas en cuidados intensivos, pero los elementos técnicos, las camas y los especialistas escasean. Estos deben ser los principales temas de debate en estos días.
Los anuncios del presidente no han quedado allí: también se ha puesto contra las cuerdas a las AFP para que, luego de tres días de presentada la solicitud, se entreguen los fondos a sus exaportantes que así lo requieran. Esta medida contribuye a paliar las necesidades de miles de peruanos, pero es preciso invocar a la calma, a la prudencia financiera y evitar caer en un insensato despilfarro.
Se vienen tiempos duros tras esta etapa de emergencia y es necesario que seamos fuertes, cuidadosos y responsables en el uso de nuestros recursos y la preservación de nuestras vidas. Lo peor que podría sucedernos hoy es que quienes azuzan los divisionismos y la indisciplina prevalezcan por sobre el sentido común.