El inútil nivel de crispación y hepáticos debates que terminan en colisión de grupos, donde brilla por su ausencia el consenso y la reflexión requeridos para la emisión de normas en el Parlamento nacional, podrían disminuir significativamente con la creación de un nuevo senado.
Aunque todavía hace falta un análisis mucho más profundo y técnico, la propuesta que el último fin de semana fue abordada por la Comisión de Constitución del Congreso durante su sesión descentralizada en Piura, debería tomarse en cuenta si lo que se busca es elevar la calidad del debate nacional, el cual ciertamente decepciona cada vez más a los peruanos.
Urge poner un mayor nivel de dificultad a necedades como el PL para cambiar los colores de la bandera, la norma aprobada para traerse abajo la calidad de la enseñanaza universitaria, o el PL para establecer la espada como distintivo de los oficiales de las FF.AA., etc.
Cabe recordar que en 1993, cuando el sistema bicameral fue sustituido por el actual parlamento unicameral, se decidió reemplazar la labor de la cámara de senadores por la llamada segunda votación. En la práctica esta decisión terminó dándole demasiado poder al Legislativo unicameral. Pues, es evidente que el objetivo buscado, aprobar proyectos de ley con una nueva discusión, no se ha logrado, al menos no siempre.
El país es testigo de que este mecanismo -la segunda votación- constantemente es ignorado y evitado mediante las odiososa exoneraciones, simplemente porque ciertas bancadas quieren salirse con la suya y sacar leyes a su antojo y conveniencia.
Elevar la valla en cuanto al perfil exigido para los candidatos al senado es otro punto interesante de la propuesta. Solo quienes han ejercido cargos públicos de elección popular, exgobernadores, exalcaldes, expresidentes de la república, e incluso los excandidatos presidenciales, podrían tentar a un escaño en el senado.
Independiente y dedicado solo a revisar las iniciativas legislativas, un senado garantizaría un segundo debate con un mayor nivel de reflexión y menos pullas. No solo eso, también permitiría la participación de la opinión pública. La coexistencia de dos cámaras, además, les dificultaría la labor a quienes pretendan usar al Parlamento para mezquinos intereses.
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