Más de 9.000 policías esperan a los manifestantes que se han dado cita en Lima. Algunos calculan los 3 mil, pero las cifras son inciertas.
Más allá de los detalles numéricos, nos preguntamos si será posible alguna salida democrática que pueda desactivar este conflicto que ha causado enormes pérdidas al país y ha creado una sensación de zozobra generalizada.
En efecto, muchos ciudadanos, a través de las redes sociales, se preguntan en qué terminará este episodio de la transición democrática entre el desgobierno de Pedro Castillo y un futuro que todavía no vemos con claridad. Es precisa la paz social para empezar a construir el mejor de los escenarios posibles.
CLIC AQUÍ ? Hola, buenos días: No quieren diálogo, menos negociar
Siguiendo al columnista Jaime de Althaus, hay que cambiar de lente para ver más de cerca y con mejor precisión la naturaleza de las marchas: algunas de estas pueden ser vistas como expresiones de un capitalismo popular emergente que protesta, precisamente, contra ese Estado que no otorga facilidades para el desarrollo y la conversión de estos manifestantes en prósperos empresarios.
Hay un país que marcha y no necesariamente levanta las banderas del cambio de constitución a ciegas o de la renuncia de Dina Boluarte y el irreflexivo adelanto de elecciones. Se está poniendo en duda un modelo que dista mucho de ser perfecto y que, evidentemente, debe ser mejorado dentro del espíritu de la ley -no necesariamente de la letra, por lo que las modificaciones son bienvenidas-.
Esta comprensión más amplia de las protestas podría ayudar a que el Gobierno elabore una serie de contrapropuestas que no solo pueden ser atractivas para los que hoy piden renuncias, sino que permitirían alejar al núcleo de las marchas de ciertas direcciones extremistas o falsos profetas de la prosperidad comunista.
Se estaría dejando al Movadef, Fenatep, los “ponchos rojos” y otros radicales sin piso para seguir medrando con la sangre ajena.
Esperamos que hoy impere la ley, que los manifestantes comprendan que es importante dialogar y que no solo se trata de hacer valer una presunta voz unánime por encima de cualquier otro criterio.
Ningún grupo humano es capaz de gobernarse de otro modo que no sea mediante el consenso. La dictadura fue algo que, afortunadamente, quedó en el clóset de las oportunidades perdidas, y no podemos permitirnos otro intento.
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