El “Comando COVID” de Sullana se desarmó mientras las sospechas de una sobrevaloración en la compra de ventiladores -de S/227 mil cada uno hace temblar las paredes de la débil gestión de Servando García.
El lobo de la verdad está soplando la casa de paja y parece que está a punto de derribarla. ¿Cuánto más debemos tolerar? En la víspera, el presidente Vizcarra aseguraba que no se tolerará la corrupción. Hoy, Piura está en el ojo de la tormenta nuevamente.
Ya no son los bebedores de Castilla, sino presuntos pillos que buscan sacar ventaja de la enfermedad que ha matado a millones en el mundo. Los organismos de control deben verificar esto inmediatamente. ¿Sacará el GORE otro comunicado justificando esta compra, así como ha dicho, mediante una carta pública, que las pruebas rápidas dadas por robadas en realidad no habían sido numeradas y siempre estuvieron en almacén?
¿Es decir, que la Policía interrogó a una docena de sospechosos en vano? Suena extraño. ¿O sea que solo fue un “error” y no un crimen? Esa versión no convence. Las cosas en el GORE hace tiempo tienen esa apariencia de irregularidad que nos lleva a preguntar si, al igual que en
pasadas gestiones, aquí también existe una mafia, una conjura de funcionarios rapaces, aunque mucho más perversa que las anteriores porque es capaz de lucrar con la salud en la época más difícil de nuestra historia. Derrepente saldrán los escuderos de la buena imagen a decir que somos malpensados por no creer en las versiones oficiales. Malpensados, quizás, como buenos periodistas.
Más allá de las impresiones, lo cierto es que en Piura estamos haciendo las cosas mal. Los médicos se sienten ninguneados y abandonan el barco, los hospitales están más enfermos que sus propios pacientes y la ciudadanía sigue renuente a seguir las indicaciones de las autoridades.
Para colmo, de los gobernantes no sabemos mucho, con excepción de las malas noticias que no salen a aclarar.
Muchos cargos para voluntades tan flacas. El asunto de Piura, aunque duela a los descentralistas y regionalistas de toda la vida, debe ser asumido por las autoridades nacionales, por expertos convocados más allá de su procedencia. Los profesionales piuranos deben sumarse
también a esta batalla.
Y los políticos solo deben hacer una cosa: guardarse hasta el fin de la cuarentena.