Independientemente del nombre que se les quiera poner, los autores directos e intelectuales de graves atentados contra la tranquilidad, abastecimiento alimentario, salud pública, educación e incluso contra la vida de los peruanos, tendrán que responder por sus actos.
Entre estos no están por supuesto los peruanos de todas las regiones, unas más que otras, que por años han sido dejados de lado por sus propias autoridades locales, regionales y Gobierno Nacional; y quienes ahora exigen un recambio razonable para devolverle al país la decencia y el derecho a caminar hacia su desarrollo, como ya lo venía haciendo.
Sin embargo, los oportunistas que pescan a río revuelto, desacreditando las protestas legítimas mediante discursos de odio, se equivocan si creen que azuzando van a ocultar sus crímenes.
No de otra manera se puede llamar a la obstrucción de carreteras, el causar muertes de niños que no pueden llegar a los hospitales por los bloqueos, incendir locales públicos y privados, paralizar al país.
Pero también se equivocan los asesores de la presidenta Dina Boluarte si creen que terruqueando todo van a pacificar el país.
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Si Castillo fracasó con su experimento del maestro campesino y víctima, a Boluarte no le funcionará su discurso de “salvadora del Perú” ante un supuesto regreso del terrorismo.
Lo que sí le será útil es ponerse del lado de la mayoría de peruanos que, hartos del discurso de odio proveniente del Castillismo y también del Congreso, solo piden tranquilidad y paz para trabajar.
Para ello solo tiene que bajar al llano y aceptar la realidad, aunque no le guste, forma parte del mismo proyecto político que ya fracasó con Pedro Castillo, donde ella fue ministra por año y medio.
Si a eso se le suma su responsabilidad política por los más de cincuenta muertos en las protestas en solo seis semanas de gobierno, es entendible por qué tiene 70% de desaprobación.
Las aguas solo se aquietarán si escucha a las regiones que lo primero que claman es desbloqueo de carreteras para que no sigan subiendo los huevos, verduras y gas. Y, por supuesto, presionar al Congreso hasta darles a los peruanos en el más breve plazo, una fecha para elecciones generales y congresales libres; apoyar al Legislativo en el desvarío de quedarse hasta el 2026, como ya insinúan Montoya, Cueto y compañía, solo profundizará la crisis.
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