La presentación de la lista postulante a la Mesa Directiva del Congreso, lista en la que se mezclan -nunca mejor dicho- perro, pericote y gato, es bastante demostrativa de lo que es en realidad nuestra política: un amontonamiento felón de voces que suenan diferentes, pero que en realidad dicen lo mismo, las mismas barbaridades, los mismos despropósitos, las mismas promesas engañosas, las mismas trampas verbales y los mismos lugares comunes que delatan la indigencia intelectual y moral de quienes se arrogan el derecho de legislar a pesar de que no cuentan ni con el 10% de favor ciudadano.
PUEDES LEER ? El milagro de la mesa directiva
En estas circunstancias, lo que menos necesita el país es una nueva crisis política -una crisis de representación que provoca que la ciudadanía descrea de la democracia, algo indeseable en esta era de fanatismos y del culto idólatra a las opiniones por encima de las evidencias-, pero el Congreso y los partidos representados en él van en otra dirección, sintonizan otra realidad y apuestan por otros valores que nada tienen que ver con lo que acontece en el día a día de los millones de peruanos que luchan por sobrevivir mientras el sistema económico y social se hace pedazos. Hacer política de espalda a la realidad es el ejercicio más peligroso de la vida. ¿No fue esto una de las causas de la caída de grandes civilizaciones? ¿Acaso nosotros, que no hemos podido construir en 200 años siquiera una democracia medianamente funcional, pensamos salir ilesos de esta traición a la marcha de la historia?
Mirando a ras del suelo, la connivencia entre Fuerza Popular y Perú Libre era previsible. Los colores y los discursos en el Perú son simples mascaradas electoreras. No olvidemos que la misma Keiko Fujimori, años atrás, dijo en Estados Unidos que era una “liberal de izquierda”, y que Pedro Castillo, el “humilde profesor”, decía estar en contra del terrorismo, pero puso a Iber Maraví, presunto implicado con Sendero Luminoso, como ministro de Trabajo, y a Guido Bellido, quien llamaba “Presidente Gonzalo” a Abimael Guzmán, como premier. Simples colores y etiquetas para llamar la atención de electores incautos; máscaras sonrientes y bienintencionadas que ocultan colmillos. Y a pesar de que entre la derecha y la izquierda hay supuestas diferencias insalvables, a la hora de defender privilegios todos visten la misma camiseta.