Comenzamos una nueva semana y los problemas en todo el país aún esperan que el Poder Ejecutivo brinde una solución realista y no simples apelaciones a trucos ideológicos para distraer a las mayorías de los tremendos papelones que a diario ocurren.
El descontento ha llegado a tal grado que hasta la militancia de Perú Libre parece rebelarse contra sus dirigentes, como ha ocurrido el sábado en Talara donde el controvertido congresista y expremier Guido Bellido fue insultado, escupido y hasta atacado de un botellazo por sus aún correligionarios.
Esta descomposición del oficialismo y de sus bases -a las que Castillo y sus congresistas han apelado en estos días como portadoras de la verdadera voluntad nacional- es el resultado final de una serie de despropósitos e incumplimientos por parte del Gobierno, que han dañado seriamente la estabilidad del régimen y de la gobernabilidad en conjunto: el descrédito del Ejecutivo también ha contaminado al parlamento, al Poder Judicial y a las Fuerzas Armadas; las instituciones en general son vistas como fraudes mayúsculos cuyo único motivo de subsistencia es la evitación de un movimiento popular contrario a la política, amigo de la peligrosa inmediatez, de la irracionalidad política, de la democracia y de cuanto ha podido construirse en las últimas décadas.
Lamentablemente, el descrédito de la democracia es culpa de las autoridades, por lo que es necesario insistir en la fórmula y lema “que se vayan todos” para conjurar el peligro que nos llevaría al oscurantismo social, a la edad de la voluntad del más fuerte, a la inviabilidad de la ciudadanía y el hundimiento de la economía en una de las épocas de mayor precariedad de la historia nacional y mundial.
¿Qué hará el Ejecutivo? ¿Veremos esta semana la esperada renuncia de Castillo, la convocatoria a elecciones generales y, por fin, la posibilidad de rehacer nuestro destino en democracia? Son muchas las expectativas, muchas cuanto mayores -e ingratas- son las sorpresas que esta gestión nos muestra. Esperemos que las pasiones y los malestares se conviertan en un movimiento ciudadano y no, como tememos, en una negación de la política en bloque, cuando es esta a través de la cual podemos reencauzar nuestras energías y nuestras voluntades para construir un país mejor.