Pero hay que darse cuenta de que todo ello está en el nivel del qué y del cómo, y hace falta tener claro el por qué, pero no cualquier finalidad, sino una profunda, que conlleve una visión de qué país queremos, que descubramos cuál es nuestra misión y la de nuestro país. Porque cada persona y cada país tienen su propia misión, ni siquiera China o Estados Unidos lo puede hacer todo.
Por ello se requiere una honda reflexión, acerca de lo que y cómo somos, integrándolo con el por qué. La razón es que sólo así se podrá elevar el nivel de motivos y motivaciones, tan necesarios para salir adelante. Sucede que en toda crisis, pero más cuando es grave porque se pone en peligro la vida, los grandes recursos son la inteligencia y la voluntad, pero junto con que la inteligencia presente a la voluntad motivos potentes, hace falta que ésta los quiera activamente, de otra manera se va dando tumbos, de un lado a otro. Es lo que se llama conciencia de misión.
En la historia de la humanidad las grandes crisis que se han dado en diferentes épocas, no sólo en cataclismos naturales, terremotos, sequías, etc., sino en sucesos producidos por la mano humana, como las guerras, los diferentes países se han podido levantar más rápida o lentamente en relación a su conciencia de misión; es lo que llevaba a volver a sembrar, a volver a invertir, a recoger los ladrillos de las casas derrumbadas para volver a construir.
A partir de la conciencia de misión, de querer alto y fuerte, es que se movilizan el resto de facultades humanas, como la inteligencia práctica, la imaginación, la memoria, se agudiza el ingenio, etc.
Toca plantearse entonces a nivel de líderes como padres, profesores, de empresarios, de universitarios, de políticos, de medios de comunicación, de miembros de asociaciones, de instituciones, etc., qué país tenemos y qué país queremos, cuáles son sus recursos y valores por los que vale la pena vivir y morir, cuáles son sus cimientos y sus columnas; y poner la propia misión al servicio de ese gran proyecto común, para hacer de nuestro entorno un lugar más habitable, más justo y solidario. Si nos unimos en torno a esa finalidad o bien común, por encima de nuestras diferencias, podremos sacar de nosotros lo mejor para construir un mundo más humano para nuestros hijos y para los hijos de nuestros hijos.