Es insoslayable que el Perú se juega uno de los partidos más transcendentales de su historia: elegir a un presidente y a un Congreso de la República con la capacidad y experiencia suficiente como para hacer frente a dos monstruos que hoy nos amenazan: la pandemia y la contracción económica. De estos derivan otros males como el desempleo y la baja recaudación.
Los peruanos ya no estamos para elegir al que mejor habla o al que es más feroz y confrontacional en la campaña. Debemos evaluar a quienes tienen las mejores propuestas y el equipo de profesionales que lo ayudarán. La responsabilidad ciudadana es vital y no debemos eximirnos de ella, a pesar de todos los errores y sinsabores que nos hayan dejado los políticos en las últimas décadas.
Igual, habrá que estar atentos para no dejarnos embaucar con promesas de repartir dinero (de dónde; de reducir impuestos o distribuir los fondos pensionarios. También debemos estar preparados para la decepción; pues el poder que se le otorga al presidente limitado y aún subsiste el riesgo que el nuevo Congreso y el Ejecutivo no tengan un buen entendimiento y se repita la oposición dañina de los anteriores congresos.
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