Hablar de inteligencia emocional es referirse a esa habilidad o destreza que tienen las personas de saber controlar y dominar sus emociones, a tener cabeza fría ante problemas y situaciones difíciles, a reflexionar bien antes de actuar, a pensar bien qué se va a decir, cómo se va a decir, a quién, por qué y en dónde.
Quien explota tiene conductas agresivas, hostiles o irreverentes, quien dice cosas sin pensar y sin medir las consecuencias o es imprudente en su actuar, indudablemente carece de esta importante competencia llamada inteligencia emocional.
Daniel Goleman, destacado académico, conceptualiza la Inteligencia Emocional como la capacidad de sentir, entender, controlar y modificar estados anímicos, tanto los propios como los ajenos. Es decir, que no solo sabe controlar y dominar su propio yo, sino que también tiene la capacidad de poder levantar la moral y el estado de ánimo de su entorno más próximo (colegas de trabajo, familiares, entre otros). Eso quiere decir que sabe manejar situaciones difíciles y es capaz de darle vuelta a una situación compleja.
Aristóteles decía: “Cualquiera puede ponerse furioso, eso es fácil. Pero, estar furioso con la persona correcta, en la intensidad correcta, en el momento correcto, por el motivo correcto y de la forma correcta, eso no es fácil”.
¿Y por qué esta competencia es tan importante en este contexto? Pues hoy, más que nunca, manejamos muchas variables conflictivas al mismo tiempo. Esto puede provocar estrés, y generar mucha presión. Esta situación podría llevar a una persona a estar muy irritada con todos, lo que traería como consecuencia un mal ambiente laboral, mala relación con sus colegas o colaboradores directos. Por ello, es necesario tener la capacidad de administrar, controlar y dominar las emociones.
Recordemos que la inteligencia emocional es una competencia importante y clave para mantener un buen clima laboral en armonía y unidad.