Casi el 80% de peruanos quiere que los congresistas agarren sus cachivaches y se vayan.
No los soportan ni tienen confianza en su trabajo; sin embargo, por ahora son un mal necesario porque disolverlos ahora sumiría al país en la incertidumbre y obligaría a convocar –apurados-, a un proceso electoral jalado de los pelos, con las mismas reglas y los mismos políticos que estamos botando.
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Lo que ha propuesto Dina Boluarte, de ir a elecciones en el 2024 tiene sentido técnico y prudencia, porque una elección demanda un cronograma que pasa por la convocatoria, organizar y depurar el padrón electoral (para que los muertos no voten) cuyo plazo requiere 365 días; la convocatoria a los partidos (hasta 270 días) inscripciones, elecciones primarias, etc…. Eso, sin contar con una nueva ley de partidos.
El Congreso se irá, como lo pide la calle, pero también hay que entender que un nuevo proceso electoral ‘express’, nos llevaría a cometer los mismos errores, sin descartar que la decisión del adelanto depende estrictamente del propio Congreso y estos harán lo imposible para volver a ocupar sus curules bajo otro disfraz o color político.
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