Es momento de que los intereses del país sean puestos por encima de cualquier simpatía, de cualquier color, consigna o ideología. Las elecciones del Bicentenario han dado un resultado inesperado que nos demuestra que los anteriores gobiernos no han cumplido con su labor de integrar en la república a todas las poblaciones. Por ello tenemos un sur que reacciona frente al centralismo y tenemos regiones que no miran más allá de su propia circunstancia. ¿Qué nos corresponde hacer?
No podemos renunciar a la democracia como sistema pues es el único que garantiza, a pesar de sus errores, la posibilidad de una progresiva y efectiva inclusión; además, si miramos a otros países como ejemplo, comprendemos que el abandono de la libertad política y económica solo conducen a la barbarie, a la corrupción y a la muerte. En este escenario particularmente complejo por causa de la pandemia mundial, no podemos ser irresponsables y dar un salto al vacío que implicaría un altísimo costo económico y humano.
Miremos con optimismo el panorama electoral. Los resultados no pueden llevarnos a desconfiar de nuestro inexperto sistema libre. Antes bien, aportemos todos, desde nuestras propias posiciones, desde nuestra voluntad política, al forjamiento de un nuevo período de estabilidad política que nos permita voltear las recientes páginas ennegrecidas de nuestra historia.
Es necesario que los líderes políticos tengan toda la disposición de convocar a la ciudadanía. Las alianzas se hacen necesarias, que desaparezcan por un momento las individualidades y los protagonismos partidarios para dar paso a un bloque electoral que preconice la unidad nacional. Es urgente que todos los exparticipantes aporten con sus mejores cuadros, su mejor disposición y su vocación democrática para el sostenimiento de la institucionalidad, más aún cuando es amenazada desde ciertos sectores que pretenden hacer del Perú un remedo triste de las autocracias foráneas que se encuentran hoy al borde del abismo de los experimentos sociales fallidos, en el oscuro y hondo basurero de la historia.
La unidad será nuestra mejor jugada frente a los riesgos del autoritarismo.