Como cristianos acudimos constantemente a la Santísima Virgen, Nuestra Madre. Ella es en todo momento y circunstancia nuestro refugio. En su mediación materna encontramos seguridad para nosotros mismos y también fuerza para seguir llevando el consuelo de su Hijo a quienes lo necesitan: nuestra familia, amigos y conocidos. Monseñor Fernando Ocáriz, Prelado del Opus Dei nos anima a dirigirnos con confianza, como lo hacían muchos santos, con aquella invocación a nuestra Madre: lugar de refugio y fortaleza. También en las circunstancias que estamos viviendo en todo el mundo, en medio de esta pandemia que no quiere soltarnos.

Ella es nuestra fuerza y nuestro refugio. Van pasando los días y los meses del 2021 y todavía seguimos en nuestros hogares, con poca posibilidad de salir, de encontrarnos con los seres que amamos, nuestra familia, amigos, compañeros de trabajo.

Esta circunstancia debemos aprovecharla para vivir las costumbres de piedad marianas más en familia, como el rezo del santo Rosario o cantar, quizá con nuestros hijos, aquellas canciones marianas que aprendimos de niños; aprender y decirle a la Virgen pequeñas jaculatorias como muestras de cariño: “Madre mía, que quien me mire te vea”, “¡Ave María purísima!, sin pecado concebida”, “Oh María, madre mía”; o aprender y repetir constantemente un Acordaos, Bendita sea tu pureza, Dulce Madre no te alejes…tantas muestras de cariño que podemos ofrecer a nuestra Madre y que nos hacen sentir muy cerca de ella, sentir su cariño, sentirnos en sus brazos de Madre Buena.

Aunque no podamos físicamente visitar las iglesias, capillas, ermitas, etc., en estas circunstancias, siempre cabe asomarse a esos lugares con los medios digitales que la tecnología pone a nuestro alcance, e incluso invitando a familiares, amigos y vecinos; pero también podemos hacerlo con la imaginación, con los recuerdos…con el corazón.
Recordemos que el Papa Francisco nos ha pedido insistentemente redescubrir “la belleza de rezar el Rosario en casa” y a través de él seguir pidiendo el fin de la pandemia y la protección de la Virgen por los que más sufren; contemplar juntos “el rostro de Cristo con el corazón de María, nuestra Madre”, para sentiremos más unidos como familia.

No tengamos miedo, porque el miedo paraliza, tengamos optimismo, fe, esperanza en estos momentos de incertidumbre y acudamos a los brazos de nuestra Madre.