Hace algunos años escribía: Vivimos en una sociedad postindustrial o, lo que es lo mismo, la gran revolución de nuestro siglo, “la Era Cibernética”. Con el devenir de los años he denominado a este tiempo la “era de la incertidumbre”, donde los hombres convertidos en una masa desesperada no encuentran tranquilidad a sus temores, a pesar de contar con una realidad cibernética impresionante que une distancias, que traspasa fronteras, que nos sorprendente por la rapidez de conexión entre el mundo comercial, político y cultura. Esta cultura posmoderna ha perdido el sentido de pertenencia, se abandonan los valores y la unión de dos palabras, dios-dinero, nos identifica como cultura global.
En este complejo tiempo, los valores mal entendidos y en auge más característicos son el subir, tener, aparentar y gozar, los cuales mueven el conjunto de la sociedad, ejércitos, escuelas e incluso hospitales. En nuestro análisis sobre la sociedad humana es importante recordar que a lo largo de la historia las pandemias han ocasionado cambios radicales en las estructuras sociales, por lo cual esperamos que esta dura realidad genere un nuevo mundo donde las debilidades en materia de seguridad se refuercen, que la crisis xenofóbica que invade al mundo se trasforme en un espacio más humano y fraterno, donde el deterioro permanente de las reglas de convivencia y la mentira convertida en la materia del discurso político se modifiquen con un actuar honesto, donde la lucha contra la corrupción extendida en todas las esferas, a través de educación y fortalecimiento de la identidad personal y nacional, sea la característica esencial del anhelado cambio social.
Urge atender a las mujeres y hombres de campo donde las distancias y caminos inaccesibles no les permiten tener oportunidad de crecimiento. Esperamos planes de gobiernos humanos, reales, viables, capaces de mejorar la calidad de vida de los peruanos.