El juez, antes de dictar sentencia, debe pensar no solo en el caso particular, sino también en el bien común, hacer justicia a la demanda social de vivir dentro de un sistema que tutela y protege a todos los ciudadanos. Creo que por allí va la jurisprudencia: no solo sentencias justas, sino también aleccionadoras; ius-prudens: derecho y sabiduría que perduran en el tiempo más allá de las circunstancias, presiones, intereses de grupo de cualquier tipo. Sentencias que eduquen, dejen huella y eleven la condición humana hacia principios superiores.
En el caso de Ana Estrada, veo la necesidad de hacer un deslinde: ¿Se trata de juzgar sobre el sufrimiento de Ana Estrada o sobre su libertad? ¿Qué consecuencias traería consigo ratificar la sentencia? ¿Qué tal si mañana un hijo dice a sus padres “sufro mucho en el colegio, me duele la cabeza, no tengo ganas de estudiar, me aflige que me obliguen, no quiero estudiar”? U otro caso: “Vivo con mis padres, ya son ancianos, tienen demencia senil, no puedo soportar estar esclavo de ellos, me agoto, me estreso, no tengo tiempo para mí, quiero morir”; y muchísimos casos más: abortos mal llamados terapéuticos o por violación, etc. En el futuro cercano dirán: “Los ancianos no producen, no aportan, sólo consumen, “fastidian”, son una carga y además como dicen las AFP, ‘viven demasiado y hay que estarles pagando la pensión; más práctico, ya vivieron, ya gozaron, que vayan a descansar en paz”.
Volviendo al tema de la libertad, creo que se han trepado en la causa de Ana Estrada aquellos talibanes de las ideologías del relativismo y libertinaje, heraldos negros que anuncian y traen la muerte del bien común, de la madurez humana en aras de una sociedad hedonista, materialista e inmanente: “Hacer lo que quiera con mi cuerpo, mi cuerpo me pertenece” y otras monsergas parecidas. Una sentencia sobre premisas equivocadas, será una sentencia equivocada.
Señor defensor del Pueblo, señor juez, ¿quién les dio poder sobre la vida? ¿Desde cuándo los seres humanos somos dueños de nuestros cuerpos? ¿Dónde lo compró? ¿A quién pagó por su cuerpo? Si el cuerpo es tuyo, entonces debes tener poder absoluto sobre él: ordénale no envejecer, no enfermarte ni morir, ordénale no contagiarte del COVID y, cómo es tuyo, debe obedecerte. ¿Tendrás esa libertad?
Insensatos, somos muchísimo más que un cuerpo, tenemos una psiquis y un alma espiritual. Ana Estrada sonríe, ella es más que su cuerpo.