A 199 años del grito de Huaura, por la independencia de Perú, el país está sumido en una crisis de insostenibidad de salud pública, de educación, pobreza, hambruna y empleo; por la recurrencia del coronavirus, que desestabiliza el régimen económico constitucional (1992), ejercido en “iniciativa privada libre con economía social de mercado”.
Un invisible enemigo ha desnudado nuestras limitaciones políticas, académicas y sociales; que genera recidiva de la crisis de insostenibilidad pasadas, desde 1821; ya sea por epidemias: malaria, cólera, o por la maldición de los recursos naturales: oro y plata en la colonia, hoy el oro ilegal en Madre de Dios, Las Lomas, Piura y la Cordillera del Cóndor; el guano, salitre, la anchoveta; o catástrofes telúricas: Ancash, Pisco; olvidando que el país está en el Cinturón de Fuego del Pacífico e incluso El Fenómeno El Niño o guerras de por medio.
Hay que reconocer que el “Estado orientador” ha fallado en los respectivos gobiernos de turno, por lo menso desde los 60 del siglo pasado. No hemos tenido gobiernos que se planteen objetivos nacionales de desarrollo pleno, en tiempo generacional, en función de articular la descentralización y la regionalización.
Pareciera que la frase raymondiana “sentados en un banco de oro”, hubiera calado en los gobernantes civiles o militares, que hemos tenido hasta el actual, siguiendo un modelo de desarrollo propio del extractivismo colonial (obtención de productos, sin valor agregado).
Esta insostenibilidad de los pasados 60 años de independencia republicana, ha traído salud pública precaria y desorganizada, tres reformas educativas con resultados nada favorables, infraestructura deficiente en carreteras, puertos y aeropuertos, amén de una educación, que no es de prioridad nacional.
Si queremos en el Perú atender prioridades de seguridad, para los próximos cien años (2021-2121), se requiere una visión en torno a un plan de desarrollo, que apueste por una cultura de valores construyendo cultura peruana con la participación de toda la sociedad civil en un contexto democrático.
Para ello es necesario que las instituciones del país, promuevan la transformación de los patrones de producción y consumo actuales, planteando seriamente la redistribución de los beneficios del uso de los recursos naturales, prescindiendo de políticas cortoplacistas, en la mayoría entreguistas, más enfocadas de manera obsesiva en la estrategia del crecimiento económico, que es bueno, si se da con sustentabilidad, con logro educacional, equidad, inclusión social, salud pública para todos los peruanos, salud de los ecosistemas y disponibilidad de recursos para alimentar a 40 millones de peruanos que serán en el 2021.