Vemos con preocupación que mientras muchas familias hacen el sacrificio de permanecer en sus casas encerradas, como lo establecen las restricciones dictadas por el gobierno de Martín Vizcarra; otros hacen lo contrario.
Bajo la justificación de acompañar a la abuela, mamá o vecina a cobrar su bono, muchas personas están hoy en las calles y detrás de ellos transportistas y ambulantes.
Otros sectores más populares se apretujan en inmensas colas alentadas por las autoridades bajo el pretexto de entregar un pollo, como ocurrió ayer en el coliseo Bolivariano; mientras otros tantos van detrás de su canasta de víveres y con ellos los infaltables ambulantes y mototaxis.
Lo inquietante es que estas muchedumbres la conforman grupos de riesgo y hasta niños sin protección.
De qué sirve entonces ser muy estrictos con la cuarentena de 4:00 p.m. a 5:00 a.m., si luego la población desboca a las calles y mercados propiciando lo que más tememos: la propagación del coronavirus.
Si se está sacrificando la libertad de tránsito, el trabajo y la economía de todo un país, entonces todos estamos obligados a quedarnos en casa, no unos cuantos.