Cuando el ex presidente, Pedro Castillo, nombró como director de la ARCC a Roberto López López, el año pasado, no lo hizo para agilizar las obras de rehabilitación y prevención de la región Piura. Lo hizo pensando en su caja chica, en cómo sacar dinero que le permita hacer frente luego a los problemas legales que se le avecinaban y para ello buscó aliados.
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López tan pronto piso la ARCC desbarató el andamiaje operativo y puso en su lugar a nuevos funcionarios que ni siquiera cumplían con el perfil. La ex directora de esta institución, Amalia Moreno, lo resume mejor: “Convirtieron la ARCC en agencia de reparto de presupuesto a cambio de dádivas personales”. La detención de López y secuaces de la municipalidad de La Unión, lo confirman.
Lo preocupante de este hecho de corrupción es que evidencia cómo el poder y los malos políticos utilizan las instituciones públicas como “arcas del tesoro”; lo peor de todo, es el daño que esta corrupción le hace a los pueblos. Piura es un ejemplo de obras mal hechas, paralizadas, en arbitrajes o simplemente se convierten en obras fantasmas. Se pagan, pero no se hacen. Esta es la razón por lo que no progresa la región.