“Faltan policías” es el estribillo reiterativo que el Ministerio del Interior difunde para justificar la ineficiencia de la Policía frente a la arremetida de la delincuencia en el país. Hasta la propia presidenta, Dina Boluarte, se aventuró dar cifras: se requieren de 50 mil efectivos para enfrentar a los asaltantes, extorsionadores y sicarios que hoy tienen en zozobra a miles de ciudadanos.
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Esta ecuación, sin embargo, no es fácil de resolver, pues no solo se trata de cantidad (más policías en las calles), sino de calidad. Si se revisan las instalaciones de las 26 escuelas de policías que hay en el país, y se evalúa a quienes la hacen de instructores, podrán tener una noción de las penurias y carencias que pasan allí los estudiantes. Una formación mediocre da como resultado malos policías.
Se necesitan más policías, por supuesto, pero antes que eso, calidad en la formación estratégica y pertenencia ética y moral; mejores instalaciones y comisarias con bases de datos interconectados… si hasta el rancho (la comida) le mezquinan en algunas comisarías.
Además de eso, importa el respaldo político del gobierno para que los buenos policías no terminen presos por enfrentar al crimen organizado.